FEUDALISMO
Se le denomina feudalismo a la
forma especial que adquirió la organización social de los países europeos,
durante la Edad Media y que consistió en la aparición de dos grandes clases:
los Señores y los Vasallos. Tras la desintegración del Imperio Carolingio, la
debilidad de los reyes se hizo evidente. Sus sucesores se vieron obligados a
ceder gran parte de su autoridad a los condes y marqueses, para obtener su
apoyo. Para asegurarse la lealtad de estos nobles, los monarcas les entregaron
tierras: los feudos.
Por otro lado, las invasiones de
vikingos, sarracenos y húngaros aumentaron la inseguridad general, lo que
obligó a los reyes a encomendar a los nobles la defensa de sus territorios.
La crisis del poder y el clima de
inseguridad, sumados a la decadencia del comercio y de la industria,
contribuyeron al nacimiento de un nuevo sistema social, económico y político,
el feudalismo, y de una institución: la caballería.
El feudalismo se basó en una
relación social característica: el vasallaje. A través de ella, un hombre
poderoso ofrecía protección a un hombre más débil que, a cambio, le juraba
fidelidad. El primero era el señor, el segundo se convertía en vasallo. El
feudalismo alcanzó sus formas más características en los siglos XI, XII y XIII.
Características del feudalismo
El feudalismo no evolucionó de
igual manera, ni surgió ni terminó al mismo tiempo en Europa Occidental. Sin
embargo, este sistema social, económico y político tuvo características
similares en todos los países:
- El poder central desapareció y se fragmentó en los distintos feudos. En ellos, el señor acaparó las funciones propias del Estado, como, por ejemplo, legislar, imponer impuestos y administrar justicia.
- Los lazos de dependencia se hicieron personales: desapareció la concepción del hombre ligado a un estado y a unas leyes territoriales y se originó la dependencia de un hombre con respecto al otro.
- La tierra adquirió una enorme importancia económica al disminuir el comercio y la circulación monetaria. Por eso, la agricultura fue la base de la economía. La vida rural predominó frente a la urbana.
- La economía fue de auto-consumo, pues cada feudo consumía única y exclusivamente lo que producía.
- La sociedad, fuertemente jerarquizada, fue dominada por dos grupos sociales privilegiados: la nobleza y el clero.
- La Iglesia católica se consolidó como una institución de enorme poder religioso, político y económico.
La Sociedad Feudal: La Nobleza Guerrera
El feudalismo se constituyó sobre
la base de tres estamentos claramente diferenciados: los nobles, a quienes les
correspondía combatir, los eclesiásticos, destinados a rezar y los campesinos,
cuya misión era trabajar para mantener a los demás.
La nobleza feudal estuvo
constituida por señores y vasallos que participaban de las relaciones de
vasallaje: a su cabeza estaba el rey, que no era vasallo de nadie y que,
teóricamente, era señor de todos. Entre los miembros de la nobleza había
grandes diferencias, aunque todos formaban parte de la aristocracia.
Los grandes vasallos eran los
condes, vizcondes, duques y marqueses dueños de extensos feudos. En el nivel
intermedio, se encontraban los vasallos de los vasallos o vasvessores, con
feudos más pequeños. Por último, existían los vasallos menores, los caballeros,
que eran la mayoría. Éstos no tenían feudo ni vasallos, pero iban a la guerra a
caballo y con un equipo de armas importante.
Toda la nobleza feudal era
guerrera por necesidad, por deseo de aventura y por avidez de botín, y se
educaba en este espíritu. La guerra representaba para ella una perspectiva de
fama y de fortuna, en tanto la paz era considerada una desdicha.
La morada feudal, el castillo,
estaba concebido para las exigencias de defensa y de combate. Las ocupaciones
cotidianas se limitaban a la administración de justicia y a la vigilancia de os
subordinados. Los periodos de ocio eran prolongados, y durante los mismo el
señor se dedicaba a las diversiones, sobre todo a la caza y a los torneos.
Los castillos
Al comienzo los castillos eran de
madera. Recién hacia el siglo XII se hicieron de piedra. El castillo se
construía sobre una cima y era un lugar amurallado y rodeado de un profundo
foso salvado por un puente levadizo. En su interior había un patio que comunicaba
con las diferentes estancias del castillo: los pabellones para la tropa y los
servidores, el almacén, los establos y la capilla. La parte más importante era
el edificio que servía de vivienda al noble y a su familia. En ella destacaba
la torre del homenaje, la de mayor elevación. La vida en el castillo resultaba
generalmente incómoda e insalubre debido a los rudimentarios medios de que se
disponía, la escasa aireación y la falta de higiene. Asimismo, era una vida
monótona, sobre todo para las mujeres, que apenas salían del castillo.
Los torneos
Para compensar las horas de tedio
en el castillo, los señores feudales organizaban con frecuencia cacerías y
torneos. El torneo era la diversión predilecta. Se celebraba en las
proximidades del castillo, donde acudían numerosos nobles de otras comarcas que
instalaban sus tiendas ahí. Entonces, los guerreros más diestros y vigorosos se
preparaban para el combate. El torneo duraba normalmente dos días. El primero
se dedicaba a los combates individuales entre los nobles: cabalgando a gran
velocidad dos nobles se enfrentaban, armados con una lanza de madera. El que
derribaba a su contendor, era el triunfador. El segundo día, en cambio, se
celebraban enfrentamientos entre unidades completas de guerreros. Con cierta
frecuencia, algunas personas morían en los torneos. Aun así, a lo largo de este
peligroso juego se realizaban grandes banquetes y bailes.
El Vasallaje
La vinculación de relación social
a la nobleza feudal se llamó vasallaje. El origen del vasallaje, que fue un
vínculo personal de hombre a hombre, se remonta a los pueblos germánicos, cuyos
miembros se vinculaban al rey por lazos de fidelidad personal. En los reinos
francos, el vasallo ofició de guerrero y fue utilizado por los reyes, como
Carlomagno, para afianzar su poder en el reino.
En la época feudal, el vasallaje
dejó de ser una práctica necesariamente vinculada al rey y pasó a convertirse
en un contrato o compromiso verbal entre dos hombres libres: el primero
solicitaba protección al señor, y éste, más poderoso, se la daba.
De esta manera, se fue formando
una jerarquía social, cuya característica principal consistió en que los
hombres libres se convertían en vasallos de otros más poderosos.
Los deberes y los derechos
A través del contrato de
vasallaje, el señor adquiría poder sobre el vasallo, pues éste le prometía
fidelidad, obediencia y respeto, pero este contrato determinaba, también,
ciertas obligaciones y derechos por ambas partes. Mientras el vasallo se
comprometía a apoyar a su señor con consejos y ayuda militar y económica, el
señor, por su parte, se comprometía a proteger al vasallo y a entregarle una
compensación material que dependía de su generosidad: caballos, armas, vestidos
lujosos y, sobre todo, tierras.
Deberes mutuos entre el señor y el vasallo
Los deberes del vasallo eran
llamados auxilium y consilium. El auxilium consistía, principalmente, en
cumplir con un servicio militar 40 días al año. Ciertos vasallos sólo prestaban
este servicio personalmente, pero otros eran ayudados por caballeros: sus
propios vasallos, que se convertían en subvasallos de su señor. Al cumplir con
el servicio militar, el vasallo participaba en guerras o vigilaba el castillo
del señor. Además, existían otros servicios propios del auxilium como ayudar
económicamente al señor, administrar los dominios feudales, transmitir mensajes
o ser parte de la escolta del señor. A través del consilium, en cambio, el
vasallo aconsejaba a su señor, para lo cual acudía ante él cada vez que éste se
lo pedía. Los deberes del señor eran proteger y mantener a su vasallo. A través
de la protección, el señor estaba obligado a defender de sus enemigos y
proteger ante la corte a su vasallo, asistirlo con proteger ante la corte a su
vasallo; asistirlo con sus consejos y ser justo con él. A través de la
manutención, el señor debía mantener al vasallo en su castillo o concederle un
feudo.
Las ceremonias vasalláticas: homenaje e investidura
El vasallaje se confirmaba a
través de dos ceremonias: el homenaje y la investidura. En el acto de homenaje,
el futuro vasallo se arrodillaba ante su señor; le juraba fidelidad
ofreciéndole combatir a su lado y otorgarle toda clase de ayuda, y le pedía que
lo aceptara como vasallo. Si el señor aceptaba se daba paso a la investidura. En
la ceremonia de investidura, el señor tomaba las manos del vasallo entre las
suyas y le preguntaba si quería ser su hombre: el pacto se sellaba con un beso
en la boca y con la cesión de parte del señor de una espada, un ramo de flores
o un puñado de tierra que simbolizaba la entrega de tierras o algún otro objeto
a su vasallo. Si cualquiera de las partes violaba el juramento del vasallaje
pasaba a ser un felón, o traidor: en la Edad Media la traición era considerada
el peor de los delitos que un hombre podía cometer. El contrato de vasallaje se
mantenía hasta la muerte de una de las partes. Sin embargo, los herederos
podían renovarlo repitiendo las ceremonias. Por otro lado, un vasallo podía
realizar este contrato con varios señores y adquirir, por lo tanto, varios
feudos. Cuando esto ocurría, el vasallo le debía fidelidad total solo a uno de
sus señores al que le entregaba homenaje absoluto: el homenaje ligio.
El Feudo
A través del contrato de
vasallaje, el vasallo adquiría de su señor un beneficio material: diversos
objetos, un puesto de importancia, el derecho a un cobro, a una renta o a
tierras. Al comienzo, esta compensación se llamó beneficio. Luego se llamó
feudo y acabó por designar casi exclusivamente el beneficio en tierra. En
cambio, el feudo desprovisto de toda base territorial fue llamado feudo de
bolsa y se presentaba bajo diversos aspectos: podía consistir en la entrega de
una suma de dinero al vasallo, o en una renta fija. Cuando el feudo era una
propiedad de tierra, tenía una extensión variable y albergaba las fuentes de
riqueza indispensables: agricultura, ganadería y explotación forestal. Se
trataba de una unidad económica autárquica, en la que se consumía lo que se
producía. El comercio, en cambio, fue casi inexistente. En ese entonces, las
relaciones comerciales se limitaron, por parte del señor, a la compra ocasional
de objetos de lujo o mercaderes ambulantes, y por parte de los campesinos, a
pequeños intercambios entre vecinos. Asimismo, la producción artesanal declinó.
El señorío territorial
Todos los feudos giraban
alrededor de la residencia habitual del señor feudal: el castillo o la abadía.
Los nobles raramente cultivaban todas sus tierras. Por eso concedían una buena
parte de ellas a otras personas. Conceder la tierra equivalía a adquirir un
poder: el de participar en los recursos de las familias a quienes se les
entregaba. La tierra cultivable se dividía en tres partes diferentes:
·
La reserva eran las tierras de uso exclusivo de
señor: él las explotaba directamente, empleando una mano de obra en su mayoría
servil. Todos los productos de la reserva caían en manos del señor.
·
Los mansos eran pequeñas parcelas confiadas a
campesinos libres, colonos, que, a cambio, trabajaban unos determinados días al
año para el señor y le daban una parte de su cosecha o dinero. También a los
siervos se le entregaban parcelas para cultivar, en ese caso se hablaba de mano
servil.
·
Las tierras comunales de aprovechamiento común
eran, fundamentalmente, bosques y pastos para el ganado.
La abadía como feudo
Hacia el siglo XI, a los vasallos
de gran importancia se les entregó con mucha frecuencia en feudo una iglesia
con su abadía. Con este tipo de feudo, los vasallos percibían todas las rentas
que surgían del dominio de éste o del propio ejercicio del ministerio
eclesiástico: los diezmos, que eran la décima parte de la iglesia, y las
ofrendas de los fieles, entre otras rentas más. Estas rentas de naturaleza
eclesiástica y especialmente, los diezmos, figuraron entre los objetos más
codiciados para su concesión en feudo, pues con ellos se podían amasar grandes fortunas.
El derecho sobre el feudo
Uno de los problemas que se
plantean los historiadores al estudiar el feudo es el tipo de derecho que
tenían sobre el feudo, el señor que lo otorgaba y el vasallo que lo recibía. Al
principio del periodo feudal, la naturaleza de este derecho no ofrecía dudas:
el señor era el propietario y el vasallo sólo tenía derecho al usufructo del
feudo, es decir, a apropiarse de su producción, pero sin hacer ningún tipo de
cambio sobre este territorio. Sin embargo, a lo largo del feudalismo, el
vasallo adquirió cada vez más poder sobre el feudo, pues su servicio era
indispensable para las empresas políticas o militares del señor. Por eso, a la
larga, los vasallos dispusieron de sus feudos a su antojo: lo desmembraron para
repartírselo a sus hijos y modificaron sus cultivos según sus propias
necesidades.
La herencia de un feudo
El contrato de vasallaje podía
renovarse entre los herederos: por eso el feudo también se heredaba. Para
reglamentar esta herencia, en casi todos los países se estableció una
costumbre: la primogenitura. Sin embargo, como el feudo fue cada vez más visto
por el vasallo como un elemento de su fortuna personal, el vasallo intentó
beneficiar a todos sus hijos con sus bienes territoriales, y no sólo al mayor.
Por eso, a la larga, los feudos tendieron a fragmentarse enormemente, sobre
todo en países como Francia y Alemania.
La Caballería
Desde el siglo XI, los
combatientes a caballo se convirtieron en los protagonistas fundamentales de la
guerra. El auge de la caballería se debió, en gran parte, a algunas
innovaciones técnicas como, por ejemplo, el estribo, que facilitó el movimiento
del jinete.
En su origen, los caballeros eran
campesinos libres que podían comprar y mantener armas y caballos, lo que era
sumamente costoso. Estos hombres se ponían al servicio de los señores feudales,
para formar parte de sus ejércitos privados. Con el tiempo, la caballería se
convirtió en un grupo cada vez más cerrado al que solo podían acceder los
nobles.
Ceremonia para ser caballero
Como en la época feudal la gente
no sabía leer ni escribir, los contratos escritos casi no se usaban, la gente
confirmaba todo a través de ceremonias. Mediante una de ellas se ingresaba a la
caballería después de un largo período de aprendizaje como escudero, sirviendo
al lado de un señor. El acto comenzaba en la noche, cuando el futuro caballero
permanecía despierto al lado de sus armas, velándolas. A la mañana siguiente,
después de oír misa y comulgar, se armaba al caballero. Después de jurar
cumplir todas sus obligaciones propias de tal condición, su padrino le calzaba
la espuela derecha y con la espada, le daba un golpe en la nuca: el
espaldarazo. Así, se ingresaba a la caballería.
La iglesia y el feudalismo
La iglesia ocupo un lugar
destacado en las instituciones de la Edad Media. Fue la guía espiritual de la
época, a pesar de su importancia, no pudo mantenerse al margen del sistema
vigente ella también se “feudalizó” proceso que le origino diversas dificultades.
Sus altas jerarquías recibían feudos de manos de los señores nobles o del
emperador. Esto implicaba que debían rendir juramento de fidelidad y
convertirse en vasallos de personas ajenas a la iglesia. Era corriente entonces
que el emperador o los señores feudales nombraran obispos y párrocos, y les
otorgaran los bienes temporales tanto como los espirituales. Esto origino una
descentralización eclesiástica. A estos problemas internos se sumo una serie de
conflictos y controversias con el alto clero de Bizancio. La iglesia de Oriente
tomo el nombre de Ortodoxa y desconoció la autoridad del Papa. Esos hechos
sellaron la ruptura, es decir el Cisma de Oriente, la separación definitiva de
la iglesia de Bizancio y la iglesia romana. Del seno de la iglesia católica
surgió entonces un movimiento reformador que tuvo como objetivos principales
poner fin a la intromisión del poder laico en los asuntos religiosos y mejorar
el clima espiritual del momento.
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